El sexo siempre nos ha dado quebraderos de cabeza e insatisfacciones. Un elevado número de mujeres y algunos hombres no están contentos con su vida sexual.
Bueno, ¿y qué es lo que sucede para que algo tan festivo y natural nos plantee tantos contratiempos? Porque, hasta hace unos años, estábamos convencidos de que los problemas con estos temas sexuales se debían a la represión imperante en aquellas fechas. Sin embargo, el sexo, como actividad lúdica, -que es en lo que lo hemos convertido, tras liberarlo de la sofocante moral sexual-, ¿nos ha solucionado el problema o nos lo ha complicado aún más? Porque, aunque cueste aceptarlo, todos los datos apuntan a que estamos inmersos en una crisis sexual. Lo demuestra la cantidad de hombres y mujeres que no saben qué hacer ni qué sentir. Y, por si fuera poco, los medios de comunicación desdibujan lo que es una sexualidad sana y nos bombardean con un tipo de relaciones centradas, fundamentalmente, en el coito y en la búsqueda del orgasmo. En definitiva, tratan el sexo como un objeto de consumo más. Y crece la desorientación. Y la obsesión. Muchas personas viven obsesionadas por el sexo.
Y otras pasan totalmente de él.
Tres de cada cien habitantes del planeta se declaran asexuales. O sea, que para estas personas toda la parafernalia del sexo y la seducción suponen un esfuerzo que no merece la pena. Y no por cuestiones morales o éticas, sino porque no les interesa y prefieren canalizar su energía hacia otros ámbitos, como el intelectual o el profesional, sin olvidar que los asexuales también se enamoran; es más, pueden tener necesidad de pareja y de convivir con alguien, pero siempre teniendo en cuenta que les puede apetecer la ternura, no así el erotismo.
Ahora bien, ¿es la asexualidad una orientación legítima o implica enfermedad o desorden emocional? Y aquí hay opiniones para todos los gustos. Unos argumentan que más bien sería una forma de deseo sexual inhibido; otros han sugerido causas tales como abusos, represión sexual, problemas hormonales? Sin embargo, algunos especialistas coinciden en que la asexualidad no tiene por qué ser un trastorno siempre y cuando se trate de una opción asumida.
Por tanto, si usted es una de esas personas que optan por una castidad sin culpas ni pecados y reconoce abiertamente su desinterés por el sexo, sepa que, lentamente, los asexuales se están abriendo paso en nuestra sociedad.
Articulo de LA NUEVA ESPAÑA
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