jueves, 8 de noviembre de 2012

LOS SIN SEXO

Son los últimos y sufridos habitantes del armario. Los llamados asexuales, entre el 1 y el 3% de la población mundial según los expertos, no sufren ninguna enfermedad ni trastorno psicológico alguno, simplemente carecen de deseo por el otro. Son los ciudadanos más paradógicos de una sociedad en la que el sexo es medio y fin para casi todo.


Por Lola Fernández

En el principio estuvo el sexo y, después, un lío terminológico descomunal para tratar de denominar a todas las presencias y ausencias que en el hecho carnal se producen. Porque sin palabra no existe el hecho, los protagonistas de este reportaje han tenido que aferrarse a un vocablo que, a pesar de no encajar exactamente en sus hechuras, sirve para el básico propósito de explicarles. Hace ya una década que los llamados "asexuales" salieron del armario gracias a un foro digital de origen británico, Aven (Asexuality Visibility and Education Network o Red para la Educación y Visibilidad de la Asexualidad), donde se cobijó de todo un poco. Personas con bajo deseo sexual, trastornos psicológicos, enfermas, acomplejadas, voluntariamente célibes... Todas unidas por una vida sin contacto sexual con el otro. La palabra "asexual" quiso señalar esa falta, a pesar de que es imposible que el ser humano escape a su naturaleza, inequívocamente sexual.

"La sexualidad es un instinto, un impulso básico. Lo que existe desde antes de Freud son diferentes formas en las que uno la canaliza. Lo que ahora se entiende como asexualidad es la ausencia de relaciones sexuales", aclara el doctor José Díaz Morfa, psiquiatra-psicoterapeuta, terapeuta sexual y de pareja y Presidente Asociación Española de Sexología Clínica (AESC). Sin embargo, aún más equívocos se cobijan en el libre uso de la palabra de marras. No tienen relaciones sexuales los sacerdotes y monjas, y por ello son célibes, no asexuales. Tampoco aceptan contacto carnal con el otro, durante un período de sus vidas, los practicantes de la virginidad antes del matrimonio, pero no son exactamente asexuales. Asimismo, no deberían considerarse así los que sufren trastornos que tienen que ver con el descenso de la líbido o problemas psicológicos que devienen en el rechazo de la necesaria intimidad.

Para aclararnos: una cosa es la total ausencia de deseo sexual, que supone un síntoma de un trastorno, y otra la asexualidad, la falta de atracción por el otro, que no tiene porqué ser vivida como tal. Que no se mantengan relaciones con otra persona no significa que el deseo no se canalice, por ejemplo, por la vía del autoplacer. "Si un sacerdote renuncia en su vida sexual a una conducta carnal y lo asume y no le causa preocupación, no hay ningún problema. Los médicos no calificamos ni juzgamos, sólo vemos si hay trastorno o sufrimiento. Ahí es cuando podemos decir que hay una patología", explica el doctor Díaz Morfa. "No creo que exista una persona que no tenga deseo sexual por nadie", afirma Araceli Gutiérrez, psicóloga clínica, sexóloga, terapeuta de pareja. "Siempre habrá un George Clooney o cualquier otra fantasía que ronde la cabeza...". Conviene, también, distinguir la asexualidad del IDS o inhibición del deseo sexual. "Lo sufren personas a las que no les apetece tener relaciones, no tienen deseo, y se quedan en ese grupo de asexuales", continúa la psicóloga. "El IDS se ha extendido mucho en los últimos años debido a la crisis general de la pareja, a la vida que llevamos, al individualismo cada vez más enraizado... Muchas personas solas, al no relacionarse con el sexo opuesto, no hacen más que retroalimentar esa inhibición".

Cuando, hace una década, esta comunidad silenciosa y apenas visible comenzó a salir del cascarón, lo asexual se propuso como un "cuarto sexo", otra vía de vivir la sexualidad. Rechazado hoy este punto, continúa la necesidad de un término con el que explicar, a los demás y a uno mismo, una vida sexual no convencional, pero se evita restringir su radio de acción. "Lo asexual no es una orientación sexual ni una etiqueta", confirma Johanna Villamil, representantes para la comunidad hispanohablante de Aven. "A mí me gusta decir que funciona como una herramienta que utilizas para relacionarte de una determinada manera con otras personas". Traducción: sin que haya sexo de por medio. Johanna, colombiana de 29 años, empresaria y gestora cultura de cierto renombre, calcula en 2.000 las personas que utilizan el español en el foro asexual, una gota en el océano de la cifra total de 50.000 contabilizados en todo el mundo. España, México y Argentina son los países hispanos que más foreros aportan. Villamil cita estudios que cuantifican entre un 1% y un 3% los asexuales a nivel mundial.

Los asexuales confesos pueden declararse románticos, cuando establecen relaciones emocionales de pareja (ya sean heterosexuales, homosexuales o bisexuales) o arrománticos, cuando no sólo prescinden del sexo sino también del enamoramiento. Johanna, por ejemplo, es heteroromántica: "No siento atracción sexual hacia otras personas, pero eso nunca ha sido una trampa o una falla. Siempre he tenido personas muy cerca que me han brindado su afecto y relaciones muy estables y fuertes, sin tener la necesidad de recurrir al sexo para que me dieran ese tipo de apoyo". Su historia es un buen ejemplo del ominoso camino que debe realizar cualquier persona que no se encuentre dentro de los márgenes de lo más frecuente en el terreno sexual.

"Comencé a tener relaciones sexuales en la adolescencia. Mis encuentros eran agradables, pero siempre me rodeaba un sinsentido. No entendía para qué se hacía, porqué era necesario. Si el hambre te lleva a comer, yo comía sin hambre. El médico me examinó y dictaminó que era una persona saludable y que mi líbido era normal. Pero yo quería entender lo que me pasaba... Mis amigos me explicaban que cuando practicaban sexo no pensaban, no racionalizaban como yo hacía: se enfocaban en los sentidos. Cuando yo intenté hacerlo así, me di cuenta de que lo que para otros era algo natural y fluido, para mí no lo era. Eso excitó mi curiosidad y comence a tener encuentros sexuales con el simple objetivo de observar mis reacciones. Nada funcionaba bien. Recurrí al psicólogo y al sexólogo, y gracias a ellos me aproximé al sexo como construcción social y ahí logré entender muchas cosas, a entender que lo que yo rechazaba eran las normas que dictan cómo debe ser la conducta sexual políticamente correcta. O que las relaciones emocionales importantes deben llevar aparejadas, necesariamente, las relaciones sexuales".

Hoy, Johanna disfruta de una vida sexual y emocional absolutamente plena. Plena, pero nada común. "En lo sexual, sigo fascinada por la exploración de otras vías: el fetichismo o el bondage, por ejemplo. Prácticas que no necesitan de otras personas para generar placer. También me interesa mucho el movimiento Sexo Positivo, que incita a las personas a apoderarse y a descubrir su propia sexualidad". Románticamente también está satisfecha: "Yo soporto mis emociones y estabilidad en cuatro personas muy cercanas a mí, que han vivido conmigo mi proceso de exploración hasta llegar a este punto en el que me reconozco en la asexualidad. Ellas también viven lo sexual de otra manera y me entienden. Llegué a la asexualidad porque no sabía cómo hablar de mis relaciones, sobre todo con mi familia. No sabía cómo contarles que tengo una relación muy estable, ya desde hace seis años, con un chico gay que no es sexual. Afortunadamente, han visto que soy una persona feliz y saludable y no se preocupan por mí; conocen a las personas con las que comparto mi vida emocional y piensan que tengo suerte por tenerlas a mi lado".

David, operario en una fábrica valenciana de 30 años, es el equivalente a Johanna en nuestro país: él abrió hace tres años la página web de Aven España y administra tanto esta como el foro. Contabiliza en 200 los usuarios activos, y en unos 1.500 las personas que hasta el momento han participado en el foro. Su experiencia no tiene la intensidad exploratoria de la de Johanna: se asemeja más a la del común de los autodenominados asexuales. "Ya en la adolescencia me di cuenta de que no me fijaba en' esas cosas'", relata. "No quería ligar, ni estar con una chica. Luego pasé en una etapa en la que pensé que podía ser gay. Me metí en chats y todo eso, pero tampoco quería quedar con tíos... No sabía muy bien lo que me pasaba. Y así he pasado mi vida hasta los 27 años. Gracias a un programa de televisión en el que salía una chica del foro de Aven hablando de la asexualidad, me di cuenta de que no me sentía traído por nadie, ni por chicos ni por chicas. Me sentí totalmente identificado con ella". ¿No has consultado a ningún médico? "No, porque no lo vivo como un problema. No me hace falta, yo soy una persona feliz, normal, tranquila. No me siento mal. Mi familia no lo sabe, pero mis amigos más íntimos sí, y me apoyan y me comprenden".

La pregunta del millón de euros en estos casos, la auténtica prueba de algodón de la asexualidad, tiene que ver con la existencia o no del impulso sexual, independientemente de que se comparta o no. Aunque un asexual también puede ser hiposexual (uno, dos o a lo sumo tres episodios sexuales al año) o sufrir una IDS irresuelta... David responde abiertamente: "Muy pocas veces, muy de vez en cuando, me masturbo. Pero es algo muy puntual, sucede muy rara vez y no responde al deseo de acostarme con alguien. Es una cosa conmigo mismo y ya está". También responde a la íntima pregunta Lucía Lietsi, asturiana de 39 años y autora del libro "Diario de una asexual" (en Bubok), donde cuenta de forma novelada su búsqueda. "La gente confunde asexualidad con falta de deseo. Pero una líbido baja, la frigidez, la hiposexualidad o cualquier trastorno de la persona que esta pueda desconocer es tratable. En mi caso, tengo una sexualidad buena, un deseo sexual normal y una capacidad para disfrutar del sexo normal. Y me he enamorado y he tenido una relación fantástica con una persona idónea. Pero cuando no eres capaz de sentir atracción sexual en una situación así, te empiezas a plantear qué es lo que pasa. Ya he comprobado en varias relaciones que no respondo como deberías".

Lucía tampoco establece relaciones románticas. "Los que nos abstenemos somos más coherentes, aunque hay asexuales que están casados y tienen hijos... Yo soy bastante independiente. No tengo dependencia emocional de nadie. Una persona no va a llenar mi vida ni yo a ella... ¿Para qué me voy a buscar un problema? Estar sola no me plantea un problema. Aunque soy heterorromántica, no voy a someter a ningún chico a una relación asexual. Mi vida está bien como está". Pero no fue siempre así... "Con mis parejas siempre he jugado al gato y al ratón... Mi primer novio era muy religioso y me era fácil esquivarle. Luego tuve otra pareja que no pasó de un tonteo. Mis relaciones han sido de una noche, sin implicación emocional. No quiero perder a un buen amigo por una mala experiencia sexual. Para experimentar, siempre he buscado gente con la que no me importaba quedar mal. Para no poner en riesgo nada".

La historia de Pau Masats, barcelonesa de 33 años, refleja los fatales equívocos que se pueden vivir cuando uno de los miembros de la pareja adolece de atracción por el otro. "En mi adolescencia, mi deseo era más alto. No sé si llegaba a la media, pero era mucho mayor que ahora seguro. Tras una relación fallida y una fase en la que experimenté sexualmente, me centré en el trabajo y los estudios. Cuando volví a enamorarme, lo que yo consideraba una líbido muy alta para ella no era nada... Eso fue bastante frustrante para ambas partes. Recuerdo cómo intentaba hacerle entender que era la persona por la que había sentido más atracción en mi vida, pero ella no lo vivía así. La situación le dañó la autoestima: pensaba que no era nada atractiva. Cuando descubrí la asexualidad, fue un alivio. Pudimos aclarar muchas cosas".

A Pau no le interesa si su baja frecuencia sexual es tratable o no: "Fui a un psicólogo para otros temas y acabó saliendo lo del deseo sexual. Fue un desastre. Entonces no me preocupaba, y no estaba dispuesta a convertir en problema algo que para mí no lo era. Creo que los especialistas deberían ceñirse a ayudar en lo que la persona pide, y ya está. No me gusta la idea de convertir en patología cualquier comportamiento que se considere fuera de lo "normal". Aunque tenga causas físicas o sea una enfermedad, ¿tendría que tomar pastillas, con los efectos secundarios que puede conllevar, sólo para "curar" mi falta de deseo? Si quisiera tener más acudiría al médico, pero no es el caso".

Cada historia asexual es, en realidad, un mundo. Cada persona vive su sexualidad o ausencia de ella a su manera. Con sus herramientas y sus circunstancias. Sin embargo,por sus testimonios se deduce que no les plantea tanto un problema con ellos mismos, sino con los demás. La asexualidad, algo tan íntimo y secreto, termina resultando un problema social. Relacional. ¿Se puede vivir en una sociedad como la nuestra prescindiendo de lo carnal? "Yo he llevado mal las preguntas de la familia porque, además, a mi edad ya soy una solterona", confiesa Lucía. "En mi vida sexual procuro ser discreta: nadie sabe y nadie tiene porqué saber. Mis amigos cercanos lo saben, y mi familia lo está digiriendo... Lo que es incómodo es cuando te comentan que le gustas a alguien y tienes que lidiar con la situación. Si pudiera decir: "Soy asexual, no me empujes que no me interesa", me evitaba todas estas cosas. Hoy procuro evitar el tema e ir capeando el temporal, pero antes buscaba la cita y el acercamiento, a ver si provocaba en mí una emoción diferente. A mis años, ya no lo hago".

"El contrato de las relaciones románticas incluye siempre el sexo. O sea: para tener intimidad y demostrar afecto a otra persona tienes que mantener relaciones sexuales. Pero, si no experimento atracción sexual por otros, ¿no tengo derecho al afecto o la intimidad? ¿Cómo me voy a desenvolver en sociedad entonces?", se pregunta Johanna. David muestra la misma preocupación. "Hoy, si no follas no eres nadie. Hecho de menos una compañía, tener una amistad para siempre. Me gustan las caricias y las demostraciones de afecto, lo que no me gusta es el sexo". "Hay maneras de demostrar afecto tanto en la amistad como en las relaciones románticas, y hay un espacio que explorar entre ambas", prosigue Johanna. "La intimidad es un concepto que se asimila al sexo, pero existe la intimidad no sexual y es una cosa muy bonita. Es una intimidad física, pero no dirigida a la parte sexual. Es compartir la cama, abrazarse, es ternura, cariño... Que alguien valore la intimidad no sexual no es habitual, así que cuando las personas se encuentran con esa circunstancia, no duda en aprovechar la oportunidad, al menos en mi experiencia. Es muy bonita la manera en que lo aprecian".

¿Relaciones sin sexo? Eso es algo que parece, si no imposible, sí implanteable debido al miedo al rechazo. "Los asexuales no encajamos, como tanta otra gente, pero no nos planteamos rechazar las normas ni los convencionalismos. Es la sociedad la que nos rechaza", explica Lucía. "No es exactamente que se rechace al asexual", considera el doctor Díaz Morfa. "Lo que ocurre es que su existencia inquieta, porque nos hace cuestionarnos nuestra propia sexualidad". La presión de un entorno en el que el sexo es omnipresente no sólo afecta a los asexuales, sino también a los que practican en compañía de otros. "Hemos pasado de un paradigma de represión a una invasion de lo sexual. Lo que ahora vivismo es una sexualidad de consumo. Hay que ser, por fuerza, muy sexual. Aunque no la necesitan desde el punto de vista médico, los chicos jóvenes toman Viagra: tienen que consumir sexo y la sociedad se lo facilita. Existe la sensación de que hay que cumplir no ya con la pareja, sino con la sociedad. Tanto el hombre como la mujer deben ser muy sexuales. Pero es difícil que haya deseo cuando vivo el encuentro sexual como una exigencia. Entonces ya no me apetece. Todo tiene que fluir un poco más espontáneamente".

"El sexo no es algo que sólo se usa para vender cerveza, revistas o coches", coincide Johanna. "Es un medio por el que se mide el éxito de una persona, su felicidad y su madurez. Explorar la propia sexualidad libremente es ir en contra del sistema, porque es ir en contra de ser una máquina. No hay unas instrucciones determinadas para ser feliz. La sexualidad no debe meterse en una caja para luego ver si encajamos o no en ella. Existen muchas maneras de relacionarse, de vivir el deseo, de tener intimidad. Todas ellas son válidas y trasnversales: nos atañen a todos, sea cual sea la orientación sexual de cada uno".

--¿Qué les diría, doctor Díaz Morfa, a las personas que se declaran asexuales? ¿Es posible revertir esa situación?

--"Yo creo que todos los problemas se pueden solventar, tanto los médicos como los psicológicos. Tanto si estamos ante una baja frecuencia sexual o ante una falta de atracción debida al miedo al abandono o a un conflicto con la intimidad, con la entrega, con el compromiso... En cada caso hay que buscar el motivo. Si una persona no vive con placer y con satisfaccion su sexualidad tiene un problema, un conflicto que sería adecuado que resolviera".



(apoyo)

CELIBATOS FAMOSOS

Algunos personajes reales o de ficción han hecho gala de un absoluto desinterés por los placeres carnales. Y aunque proliferan las elucubraciones que tratan de explicar las razones de esta aversión a las relaciones sexuales, el motivo último sólo está al alcance del interesado.

Simone Weil

Jeanne Garofalo

Sherlock Holmes

JM Barrie

Isaac Newton

Glenn Gould

Jon Ruskin

Nikola Tesla

Morrisey

Michael Jackson

Asimov

Chopin

3 comentarios:

Ptxts dijo...

Acabo de llegar, pero creo que es para quedarme.
Gracias.

Lucía dijo...

Me alegra leer eso!!!
Bienvenido/a!!!!

Sex Shop dijo...

Muy buenooo!!!!!!!