lunes, 17 de mayo de 2010

Diario de una asexual.

Lucía, 15 de julio de 1994.

De repente, todas las energías estaban puestas en la conquista del galán del año y el más deseado por las féminas del pueblo. Tenía fama de conquistador y de no ser muy considerado con las infelices que caían en la trampa de sus encantos. Era muy guapo, si he de hacer honor a la verdad, alto y muy moreno de piel. Pero sobre todo era un seductor nato y mi hermana no podía dejar de suspirar día y noche por sus ojos verdes.
No era este el único chico que encandiló a mi enamoradiza hermana por aquella época. Lo cierto es que solía embelesarse por más de uno a la vez aunque no pasaran de ser amores platónicos.
Algo pasó ese verano que no llego a entender. Entre las chicas surgió cierta rivalidad, cosa más que frecuente en nuestro género, que llevó a la creación de dos grupos enfrentados entre sí por lo que para mí siempre han sido misteriosas conspiraciones. Pareció surgir de todo aquello una especie de pacto del que ninguna de las dos fuimos partícipes que evitó al final que mi hermana y este Adán sin paraíso llegaran a nada más que intercambiarse unas pocas cartas durante el año siguiente.
Cada año me sorprende más el extraño modo de actuar de la gente de este pueblo. Quizá sea por las vacaciones de verano que nos hacen a todos relajar la moral y las buenas costumbres, o quizá por proceder cada uno de un punto diferente del país no teniendo que volver a vernos hasta el año siguiente y favoreciendo así un cierto halo de espejismo, de irrealidad sobre todo en las frívolas noches.
De aquello han pasado ya varios años. Otros amores han tocado el corazón de mi hermanita sin llegar a materializarse. Por el contrario el mío no parece gustar de ideas románticas ni ha palpitado hasta el momento por nadie. Nunca he buscado media naranja y es que, en el fondo, me siento una naranja completa. Esto es lo que siempre contesto cuando alguien me pregunta por mi falta de pareja.

Pero hoy, le he comentado ilusionada a mi hermana el buen plan que se nos presentaba esta tarde. Van a emitir de nuevo una de nuestras películas favoritas. Tenía la certeza de que al decírselo, saltaría del sofá y comenzaríamos a recordar juntas algunas de las escenas más emocionantes. Siempre ha sido así. Nos causa gran placer compartir un momento para ver la televisión juntas o bailar por toda la casa al son de nuestra música. Música que hemos seleccionado entre las dos ya que desde siempre hemos tenido los mismos gustos, o eso creía yo. Disfrutamos de cada minuto que pasamos charlando de nada, paseando por la ciudad, jugando a algo en casa. Yo al menos así lo siento. Total, aún no hace tanto que dejamos atrás la niñez.
Nada salió como esperaba y en lugar de eso, me ha puesto cara de culpabilidad y me ha dicho que esta tarde ha quedado para tomar algo en casa de Héctor. Esto no me gusta nada, no lo entiendo. Hasta hace nada ella veía a Héctor como yo, un chico cariñoso al que apenas le había salido la barba aún y que, desde el verano pasado, había cambiado su afable e infantil comportamiento para convertirse en otro cazador más en busca de ligue. Si me cuesta ver la necesidad de tener pareja estable, mucho más me cuesta comprender porqué la gente desea vivir un “amor” o aventura de verano, tan efímera, tan inestable y la mayoría de las veces tan desafortunada. Estoy cansada de ver llorar a mis amigas cuando el verano llega a su fin y todo acaba, a veces bien y otras muchas como el rosario de la aurora.

Después de aquel verano en que él se me insinuaba, yo empecé a dejar que mi hermana saliera sola al pub donde nos reuníamos todos. A parte de este chico, no entablé lazos de amistad con nadie después de romperse el grupo de la infancia. Todos y todas parecían tener claros sus propósitos en las noches de verano y, para nada coincidían con los míos. Por eso dejé de acompañarla. No quise que Héctor siguiera interesado inútilmente en mí. Tampoco comprendo qué mueve a mi hermana a seguir saliendo con una gente de la que, al igual que yo, no guarda buena opinión, o eso me dice ella. Cuántas veces me ha dicho que no se siente aceptada y que tan solo algunos chicos la tratan con simpatía y cordialidad. Se me hace evidente que despierta envidias entre las demás pero ella, inocente, no se da cuenta y con tal de salir como todos los demás, hace ver que no le importa lo que ocurre a su alrededor.
Y ahora, no se qué ha podido pasar. Los acontecimientos han dado un giro inesperado y desde anoche mi hermana y Héctor han entablado una relación, acaba de confesarlo. Me resulta insólito y hasta gracioso porque me hubiera sido más fácil creer que esto pasara con cualquier otro antes que con él. No había indicio alguno de la más mínima atracción por parte de ninguno de los dos. Está claro que no he sido buena observadora. Tal vez me he perdido muchas cosas desde que no me trato con esa gente.

Siento que el mundo se tambalea. Esperaba que ella me hiciera partícipe de sus sentimientos y de las cosas que le van ocurriendo cada día. Por lo visto no es así.
Esta tarde se ha ido con él y presiento que no será la última. No se hasta donde llegará esto pero me da miedo y me invade una terrible sensación de soledad y abandono. Al mismo tiempo la incredulidad y un poso de confianza en ella me dicen que no ocurre nada, me lo habría contado si fuese algo serio. Mientras tanto veo sola la película o al menos lo intento.

El chiste de la semana


Llega un paisano al bar del pueblo y deja atada su perra a un árbol.
Al instante una jauría de perros se arremolina a su alrededor tratando de conquistarla.
En medio de un concierto de ladridos, gruñidos, mordiscos y aullidos, un policía entra al bar y pregunta por el dueño de la perra.
El paisano, que se estaba tomando un vaso grande de ginebra, levanta la mano y dice : "yo".

- Su perra está alzada, le dice el policía.
- No puede ser, yo la dejé en el suelo, responde el paisano.
- Quiero decir que está en celo, insiste el policía.
- No puede ser, yo jamás le di motivos, ni siquiera miro a otras perras..- contesta el gaucho sediento.
- Digo que está caliente, ¿me entiende?
- No, no lo entiendo, me cercioré de dejarla a la sombra.
Exasperado, el policía exclama :
" Óigame, su perra quiere tener relaciones sexuales".
El paisano le responde :
“ Pues ¡Adelante mi hijo! Siempre quise tener un perro policía"

"HABLAR NO ES LO MISMO QUE COMUNICARSE"

viernes, 14 de mayo de 2010

¿Tienen derecho?


Hablando de paternidad, les contaré una historia sobre este tema…

Desde siempre, soñé con casarme antes de los 25 (no creo que se haga realidad antes de septiembre) y tener hijos (adoptados o biológicos). Pero un buen día, me percaté de que “él” no encajaba en mi realidad, por obvias razones. Así que me planteé hacerme una inseminación artificial cuando cumpliera 29. Porque aunque siempre me he inclinado por la adopción, en México es difícil hacerlo.

Hace unos meses, le “anuncié” a varios amigos que sería madre (dentro de 5 años XD) y ya estaba buscando padrinos para todo. Ese niño sería mi motivo para vivir y luchar. Pero todo cambió hace unas semanas: tengo un padecimiento en la piel, que me ha acomplejado muchísimo y me ha complicado la vida… Comencé a maquillarme a los 10 años, nunca he usado camisetas de manga corta en público, y evito las faldas y los escotes pronunciados, y mi autoestima, ni se diga, está por los suelos…

La situación empeoró cuando encontré un foro de personas que padecen lo mismo que yo: me enteré de que es una enfermedad incurable (tenía esperanzas de que fuera curable) y hereditaria. No es nada contagioso ni peligroso, es algo meramente estético. Pero aun así, esto hizo que mi sueño de ser madre biológica se derrumbara. He llorado por días enteros porque es muy triste ver que las dos cosas que más deseas en la vida se vuelven imposibles e inalcanzables.

Sé que no es 100% seguro que un hijo herede una enfermedad, pero no quiero correr el riesgo. No pretendo juzgar a nadie, pero ¿por qué personas con enfermedades hereditarias que les complican la vida tienen hijos? Sé que los obstáculos nos dejan enseñanzas. Pero la vida ya es difícil por sí sola, entonces, si le agregamos padecimientos así, todo se complica aún más… ¿Es justo en nombre del amor heredar una maldición? Además, en mi caso, ese bebé aparte de enfermo, no tendría a nadie más en el mundo y no tendría una figura paterna. Yo crecí sin mi padre y no me hizo falta, hasta que supe lo que era un buen padre.

Y volviendo al tema... siempre queda la adopción, así no se contribuye a sobrepoblar más el mundo ni a perpetuar el hambre y la pobreza, pero suponiendo que el mundo no tuviera estos problemas, ¿aún sería válido traer hijos al mundo, sabiendo que pueden tener ese gran defecto que nos ha hecho tan difícil la vida? ¿es amor o es falta de consciencia? No lo sé, pero lo que me queda claro es que no quisiera que nadie aprendiera las cosas de la forma en que las aprendí yo.



martes, 11 de mayo de 2010

Diario de una asexual

Lo que estais a punto de leer es uno de los capítulos que en su día escribí para el proyecto literario que quise emprender con vosotros, amigos y amigas del foro, y que ahora ha encontrado su lugar en este Blog.
Los nombres, tanto de los personajes como de los lugares mencionados, han sido sustituidos para proteger la privacidad de las personas que menciono en esta breve historia que sí es real.
En lo sucesivo, espero poder ir publicando los restantes capítulos hasta completar lo que fue mi proceso de descubrimiento de la asexualidad.
Espero que os guste.

Lucía, 9 julio de 1994


Ayer por la noche tampoco salí. Ya hace varios veranos que no acompaño a mi hermana en las juergas nocturnas de este pueblo al que nuestros padres nos traen año tras año.
Antes no me disgustaba venir. Era divertido cambiar de aires una vez al año y disfrutar todo el día en la calle con nuestros amigos y amigas de la infancia. Nos juntábamos después de desayunar, íbamos a nadar al río, luego a comer, y ya no regresábamos a casa hasta la noche. Qué años tan felices aquellos y qué poco duraron.
Aún recuerdo el verano en que llegamos como siempre con toda la ilusión del mundo a reencontrarnos con la pandilla. Yo era la mayor por unos meses y mi hermana una de las más pequeñas con veintiún meses menos que yo. Acababa de cumplir los 15 años y Nuria, mi mejor amiga en la pandilla, me recibió entusiasmada intentando recuperar la compostura para decirme que había conocido a un chico en el pueblo y que era encantador. Este fue sin duda el principio del fin de nuestra amistad. Aquel verano no hice otra cosa más que acompañar a Nuria y a su nuevo amigo por todo el pueblo, día y noche sintiéndome como el cero a la izquierda. Algo en ella había cambiado de manera radical y yo no podía comprender el por qué de su comportamiento, exagerado en ademanes y gestos cuando se encontraba delante de él. Podría decirse que literalmente se derretía por llamar su atención.
Por suerte aún me quedaba mi hermana. Ella era una niña todavía y tampoco le gustaba el plan que se nos presentaba ese verano. Siempre ha sido mi mejor aliada, mi confidente y cómplice, mi paño de lágrimas. Hemos estado siempre muy unidas. Ahora solo espero que eso no cambie nunca.
Después de aquel verano nada fue igual. La repentina obsesión de Nuria por los chicos no nos gustaba y trajo numerosos conflictos que acabaron con el sentimiento de unidad que había en el grupo.
Mi hermana y yo volvimos a recuperar las rutinas de antaño y decidimos salir solas evitando al máximo, por decisión mía, el contacto con la que fuera hasta entonces nuestra amiga.
Al año siguiente las cosas no fueron mejor. Mi hermana había experimentado ya un cambio evidente no solo en su cuerpo, más adolescente, sino también en su espíritu. Empezaba a gustar a los chicos y a ella no le eran indiferentes. Aunque ya desde hacía algún tiempo mostraba interés e inquietud por el sexo opuesto, cada vez era más notable su tendencia al fácil enamoramiento. Pero nunca se había hecho tan evidente como ese verano.
Recuerdo perfectamente que al poco tiempo de nuestra llegada al pueblo de vacaciones nos enteramos del fracaso de la historia de Nuria y aquel chico llamado Marcial. Ese año, casualidades de la vida, no coincidimos con ella ya que su familia no vendría hasta finales de mes. Marcial, al que sí vimos, parecía un perrillo abandonado buscándola por todo el pueblo. Pero en su lugar encontró a mí hermana y pareció ver en ella a una persona totalmente diferente de aquella niña regordeta que le presentaran una vez. Conmigo nunca tubo buena relación. Yo le detesté desde el día en que Nuria me lo presentó con aquella risa floja en la boca y comportándose con exagerada confianza. He de reconocer que era un chico atractivo y no parecía mala persona, pero yo vi la palabra problemas escrita en su frente con la misma claridad que la vi en el aura de mi hermana aquel nuevo verano. A ella no le gustaba para nada Marcial pero menos aún recordar cómo la había ignorado e incluso menospreciado un año antes tratándola como a una niña pequeña frente a Nuria y los demás. Ahora, nos lo encontrábamos en todas partes, insistía en venir con nosotras al río y en que saliéramos con él a dar una vuelta por la noche, a tomar algo en algún bar, idea que me espantaba porque de sobra conocía yo sus intenciones. Mi hermana comenzó a sentir cierta simpatía por él y a mí esto me suponía un fastidio y una intromisión innecesaria entre las dos ya que a pesar de todo ella seguía diciendome que no le gustaba ni siquiera como amigo. Esto es algo que nunca entenderé. ¿por qué había que cambiar nuestros planes? ¿acaso ya no era divertido ver juntas nuestras series y programas favoritos en televisión? ¿Por qué ahora era tan importante salir por las noches?. Las noches, las temidas noches, empezaron por aquel entonces a ser el peor momento del día. Fueron divertidas cuando los niños y niñas del pueblo nos reuníamos en la plaza a jugar. A veces también los padres se nos unían. Todos y todas éramos iguales. Quiero decir, cada uno de nosotros tenía el mismo valor para el grupo. Éramos piezas de un mismo engranaje y teníamos, por así decirlo, el mismo objetivo en común, la pura diversión.
Sin embargo llegó la adolescencia y dio otro significado a las cosas. Aquel cambio me pasó por encima como una ola arrasando inesperadamente mi tranquila existencia. Me sacudió y me dejó una sensación de frío en la sangre que hoy he vuelto a sentir con brutal crueldad.
Marcial no era el único chico de nuestra edad en el pueblo. Las noches de verano resultan muy fructíferas para aquellos y aquellas que quieran conocer gente o acercarse más a alguien especial.
Yo salía, al principio por no dejar a mi hermana sola con Marcial y después porque se nos fue uniendo gente, en su mayoría otros chicos interesados en conocernos. Para ser sincera, más bien en conocer a mi hermana, ya que yo no solo no soy tan atractiva como ella sino que siempre hice lo posible por pasar desapercibida. Lo contrario supondría una doble molestia para mí, aguantar a los infatigables pretendientes de mi hermana y a los míos propios. De ninguna manera estaba dispuesta a ello. Cuantos más chicos conocíamos más difícil era librarse de ellos para regresar a casa a una hora convenida. No recuerdo habérmelo pasado bien ninguna de esas noches, pero salía porque en opinión de todos, jóvenes y adultos de nuestro alrededor, eso era lo que había que hacer las noches de verano cuando tienes esa edad.
Con el tiempo y tras acabar conociendo a todo el pueblo, encontré algunas personas con las que compartir una pequeña conversación, un chiste, un juego que hiciera menos tedioso el estar allí en lugar de donde me apetecía estar realmente, y que me dieran un motivo para volver a salir otra noche más de la confortabilidad de mi casa. Una de estas personas era un chico gracioso y de sonrisa espontánea llamado Héctor. Hablaba con todo el mundo y tenía un aspecto tan tierno y dulce que enseguida conseguía la confianza de las chicas.
Por el día todo era diferente, ni en el río ni en ninguno de los lugares que frecuentábamos coincidíamos con aquella gente que parecía esconderse del sol como los vampiros. Si alguna vez nos cruzábamos con alguien en la panadería o en la rivera, tan solo nos despedíamos hasta la noche.
Héctor no era un caso especial. Me reía con él y me era grata su compañía. En cambio le daba largas y excusas porque mis días eran solo míos y los disfrutaba con la mejor de las compañías, la de mi hermana. Además, comenzaba a ser incómodo lo obvio de sus intenciones conmigo.
Mi hermana, en cambio no le prestaba mucha atención, es más yo diría que ninguna en absoluto ya que Héctor parecía interesado en mí y hacía lo posible por convencerme para que nos viéramos alguna tarde ya que sabía lo poco que me gustaba salir por la noche. La sola idea de quedar a solas con él o con cualquier otro me producía angustia y una extraña sensación de repulsa. Yo no necesitaba, ni quería tampoco, alterar mi forma de disfrutar el verano. Mientras que él insistía en llevarme a su casa a pasar la tarde con la excusa de interpretar para mí unas melodías al piano, yo deseaba pasear en bici a la orilla del río recogiendo moras silvestres por el camino, llevar un libro y una vez allí disfrutar del sol y del agua como tantas otras veces había hecho. No es que quisiera estar sola, simplemente notaba la tensión sexual cuando Héctor se me acercaba y esto me incomodaba sin saber por qué. Desde luego, nunca acepté su invitación, pero tampoco fui capaz de proponerle que me acompañara en mis excursiones. La única invitada era mi inseparable hermana y con ella, sentía que no necesitaba nada más.

¿Qué tal un chiste?



Un conocido lord inglés reunía a sus amistades a tomar el té a la hora señalada todos los martes de cada semana en su palacio de Bloodshire.

Cierto martes, el puntualísimo caballero no apareció y los invitados estaban intrigados.

En cierto momento aparece el mayordomo y les dice a los presentes, con típico "british accent" :


-Señores, Milord les pide disculpas por la demora y les anuncia que después de mucho tiempo, se ha reencontrado con su vieja y querida amiga Lulú, de París. Dice que si puede, dentro de dos horas estará con ustedes, y si no puede, dentro de diez minutos.

Muchas gracias.


"CUANDO TENGA QUE DAR UNA EXCUSA, QUE SEA CON ELEGANCIA"

lunes, 26 de abril de 2010

Reestructurando a Maslow


Echémosle un vistazo a la teoría: Pirámide de Maslow
De Wikipedia, la enciclopedia libre

La Pirámide de Maslow es una teoría psicológica propuesta por Abraham Maslow en su obra: Una teoría sobre la motivación humana (en inglés, A Theory of Human Motivation) de 1943, que posteriormente amplió. Maslow formula en su teoría una jerarquía de necesidades humanas y defiende que conforme se satisfacen las necesidades más básicas (parte inferior de la pirámide), los seres humanos desarrollan necesidades y deseos más elevados (parte superior de la pirámide).
La idea básica de esta jerarquía es que las necesidades más altas ocupan nuestra atención sólo cuando se han satisfecho las necesidades inferiores de la pirámide. Las fuerzas de crecimiento dan lugar a un movimiento ascendente en la jerarquía, mientras que las fuerzas regresivas empujan las necesidades prepotentes hacia abajo en la jerarquía. Según la pirámide de Maslow dispondríamos de:
Necesidades básicas
Son necesidades fisiológicas básicas para mantener la homeostasis (referente a la salud); dentro de estas, las más evidentes son:
Necesidad de respirar, beber agua, y alimentarse.
Necesidad de mantener el equilibrio del pH
y la temperatura corporal.
Necesidad de dormir, descansar y eliminar los desechos.
Necesidad de evitar el dolor
y tener relaciones sexuales.
Necesidades de seguridad y protección
Estas surgen cuando las necesidades fisiológicas se mantienen compensadas. Son las necesidades de sentirse seguro y protegido. Dentro de ellas se encuentran:
Seguridad física y de salud.
Seguridad de empleo, de ingresos y recursos.
Seguridad moral, familiar y de propiedad privada.
Necesidades de afiliación y afecto
Están relacionadas con el desarrollo afectivo del individuo, son las necesidades de asociación, participación y aceptación. Se satisfacen mediante las funciones de servicios y prestaciones que incluyen actividades deportivas, culturales y recreativas. El ser humano por naturaleza siente la necesidad de relacionarse, ser parte de una comunidad, de agruparse en familias, con amistades o en organizaciones sociales. Entre estas se encuentran: la amistad, el compañerismo, el afecto y el amor. Estas se forman a partir del esquema social.
Necesidades de estima
Maslow describió dos tipos de necesidades de estima, una alta y otra baja.
La estima alta concierne a la necesidad del respeto a uno mismo, e incluye sentimientos tales como confianza, competencia, maestría, logros, independencia y libertad.
La estima baja concierne al respeto de las demás personas: la necesidad de atención, aprecio, reconocimiento, reputación, estatus, dignidad, fama, gloria, e incluso dominio.

La merma de estas necesidades se refleja en una baja autoestima y el complejo de inferioridad.
Autorrealización o autoactualización
Este último nivel es algo diferente y Maslow utilizó varios términos para denominarlo: «motivación de crecimiento», «necesidad de ser» y «
autorrealización».
Son las necesidades más elevadas, se hallan en la cima de la jerarquía, y a través de su satisfacción, se encuentra un sentido a la vida mediante el desarrollo potencial de una actividad. Se llega a ésta cuando todos los niveles anteriores han sido alcanzados y completados, al menos, hasta cierto punto.

Cada vez que surge la ocasión de exponer esta famosa y recurrente pirámide, bien en un curso, en un debate o jornadas culturales varias, creo ser la única entre todos los asistentes en ver lo inapropiado de la palabra sexo en la base de la misma.
No alcanzo a comprender la razón por la cuál el sexo figura entre las necesidades básicas para el ser humano y se le otorga la misma importancia que a la alimentación, al descanso o incluso, a la respiración.
La razón fundamental por la que siempre discrepo de lo inapropiado de esta estimación es bastante obvia para mí. Nadie puede sobrevivir sin respirar, sin comer, sin dormir, pero desconozco si alguien ha perecido por no satisfacer sus necesidades sexuales. Es más que probable que no.
Me he visto inmersa en más de una ocasión en acalorados debates sobre esta cuestión, debates en los que he tratado hasta la extenuación de hacer ver lo que para mi es tan evidente, una verdad tautológica, y que acabaron en frustrado intento.
Por aquel entonces desconocía yo la existencia de la asexualidad y el hecho de “padecerla”, pero aún no sabiendo porqué me resultaba tan desagradable que todos los allí presentes aceptaran, al igual que hizo Maslow en su día, el sexo como una de las necesidades más apremiantes para el ser humano y su feliz desarrollo, sentí que nadaba contra corriente.

Hoy tengo al fin la oportunidad de volver a realizar el intento y abrir de nuevo este debate con otro tipo de participantes. Me gustaría conocer si, al igual que yo, cambiaríais la jerarquía colocando las Necesidades de afiliación y afecto o incluso las Necesidades de estima en peldaños más próximos a la base de esta pirámide, relegando quizás el sexo como necesidad a un nivel de inferior trascendencia vital.

No niego que para muchos/as la pulsión sexual sea algo a satisfacer, pero también lo es el rascarse tras una sensación de picor. ¿Es por ello el rascarse una necesidad básica? ¿Deberíamos incluirla en el primer peldaño? Tal vez estoy infravalorando el sexo o tal vez la pirámide de Maslow necesite ser reestructurada.

Asexualidad, ¿la cuarta orientación sexual?

Éste es un artículo que se escribió el pasado año 2009 para un periódico digital y en el que varios de nosotros fuimos entrevistados.
Creo que es interesante aportar el link para que siempre podais visitarlo si os interesa.

http://www.elimparcial.es/sociedad/asexualidad-la-cuarta-orientacion-sexual-48459.html

Otro pequeño paso para dar a conocer nuestra condición.